¿Cómo fue su ingreso a la Biblioteca y Archivo?

En 2002 el vicepresidente Carlos D. Mesa decidió designar al director de la remozada Biblioteca y Archivo Histórico del Congreso Nacional. Entonces me cursaron una invitación directa para asumir esa responsabilidad, el 22 de agosto de 2002. El Vicepresidente nos otorgó la libertad de diseñar el programa de trabajo técnico y no sufrimos ninguna interferencia de tipo político.

Recordemos aquellas jornadas duras de 2003.

El país se encontraba en un estado próximo al coma: un Estado sin aparato productivo, transnacionales que drenaban los recursos naturales con la exportación de capitales, dejando sumas irrisorias para el TGN  (Tesoro General de la Nación) y la población sumida en la pobreza lacerante. La situación terminó con la movilización social que se expresó en distintos momentos de la coyuntura, siendo el más gravitante el episodio denominado Febrero Negro en el que las masas sociales tomaron por asalto las instituciones emblemáticas del Estado.

La Biblioteca del Ministerio de Planeamiento fue devorada por el fuego, el Archivo administrativo del Ministerio de Trabajo fue asaltado y destruido por fuego, al igual que el Tribunal Permanente de Justicia Militar y las casas de campaña de Unidad Cívica Solidaridad, Movimiento Nacionalista Revolucionario, el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria y Acción Democrática Nacionalista. Las masas movilizadas tomaron como objetivo político el edificio de la Vicepresidencia de la República, resguardada por un puñado de policías que permaneció en su puesto de trabajo cuando el resto se replegó. El asalto rebasó la defensa y logró incendiar la sala de prensa y el fuego consumió el salón ubicado en el mezanine.

Un grupo extremadamente violento logró ingresar al hall, donde rompieron una vitrina y sustrajeron un par de publicaciones, pero fue en ese momento que una acción de coraje y valentía temeraria logró expulsarlos fuera del edificio que, como mencioné, ardía en la parte superior. Fue entonces que a una convocatoria hecha por teléfono, se logró despertar la consciencia de jóvenes universitarios de las carreras de Historia y de Bibliotecología de la UMSA (Universidad Mayor de San Andrés), que llegaron hasta la Vicepresidencia y se pusieron como muralla humana. En ese momento las puertas de ingreso habían colapsado y prácticamente la Vicepresidencia no tenía forma de garantizar la seguridad. Detrás de los jóvenes universitarios, estaban los exhaustos policías preparados para responder en caso necesario. Si una chispa llegaba hasta el sótano, Bolivia habría perdido su memoria política y los tesoros bibliográficos que custodia.

Los tesoros más importantes del país están allí...

Los Archivos se han convertido, lamentablemente, en objetivos políticos. Existe una fijación con los testimonios de la administración del Estado, como sucedió en octubre en el que se destruyó por fuego la Memoria Histórica del registro cívico de Potosí, provocando un daño irreparable. De igual manera, en noviembre se quemó el Archivo Penal de El Alto cuando se incendió la FELCC (Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen).

La Biblioteca y Archivo Histórico del Congreso resguardaba tesoros invaluables, es decir difíciles de tasar. ¿Qué precio le pondríamos a la curiosa compilación Leyes Añadidas (1610), el Gazofilacio Real del Perú de Gaspar de Escalona Agüero (1647), la Nueva Recopilación de Leyes de Indias (1681-1774), las Siete Partidas del Rey Alfonso el Sabio (1758), la Real Ordenanza de Intendentes de Ejército y Provincia (1782), con firma autógrafa de Josep de Gálvez, el más grande administrador que tuvo España en América; el informe de Alcide d’Orbigny Voyage dans l’Amerique Meridionale (1833), el Atlas Histórico de Lesage (1826), o las Actas del Primer Congreso Constituyente de Bolivia (1826), repatriadas por el ministro plenipotenciario Eduardo Diez de Medina que las encontró en 1824 en la legación boliviana en Buenos Aires? Anecdóticamente debo mencionar que encontré el Atlas Histórico de Lesage en la basura, junto al Atlas Geográfico levantado por M. La Pie (ambos de 1826), descartados por considerarlos “obsoletos”. Hoy la mayoría de esos tesoros culturales fueron incorporados al Programa Memoria del Mundo de la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), por su altísimo valor y al ser, en los hechos, ejemplares únicos en su género.

Si hasta 1980 esas bóvedas custodiaban el oro físico de Bolivia, hoy conservan un tesoro mucho más valioso: los 464 tomos de la Memoria Histórica y Bibliográfica más preciada del Estado Plurinacional, que sintetizan la identidad histórica y cultural del pueblo boliviano desde la colonia.

¿Cuánto ha avanzado la archivística nacional, ya es referente en la región?

Tenemos una base bibliográfica dura bien estructurada: la Historia de la Archivística Boliviana, la Legislación Archivística Boliviana y ahora contamos con la Bibliografía Archivística Boliviana (1846-2019). Esa base dura la tienen muy pocos países.

Desde la Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional, hemos emprendido ambiciosos proyectos, como la publicación de Guardianes de la Memoria: Diccionario Biográfico de Archivistas de Bolivia. Ningún país, en el mundo entero, tiene una obra semejante: un Diccionario Biográfico de Archivistas, que sea incluyente.

La revista Fuentes es un referente latinoamericano, lo que explica el envío de colaboraciones científicas de prestigiosos autores internacionales que comparten los honores con nuestros jóvenes valores.

Perfil

Nombre: Luis Oporto Ordóñez.

Nacimiento: Siglo XX, Potosí, 19 de agosto de 1953.

Pasión

Es un fanático del cine desde su niñez. Afirma que conoció el mundo gracias al séptimo arte. También colecciona historietas. En sus años de universitario, Oporto dibujaba caricaturas de sus profesores de Historia.